Análisis Sociológico del Subdesarrollo y su Relación con la Decadencia de la Excelencia en la Universidad

Para poder entender la propuesta que vamos a presentar con el propósito de aumentar el nivel de productividad y la excelencia académica en la Universidad, es necesario entender el análisis sociológico sobre el que esta propuesta se fundamenta y el cual pasamos a discutir en lo que sigue.  El análisis sociológico que sigue hace uso de La Teoría de los Senergicones publicada por la Editorial Trillas en 1995.[1][1]  El análisis que hacemos con respecto a la Universidad de Puerto Rico aplica por igual al caso de una gran parte de las universidades latinoamericanas que han experimentado procesos de reforma universitaria en el pasado en donde se han democratizado los procesos decisionales de su administración permitiendo la participación de profesores, personal no docente y estudiantes.

 

1.1   Los Valores Sociales Básicos y su Relación con el Subdesarrollo 

 

El problema de la Universidad es el mismo que el de los demás instituciones del estado y, por consiguiente, el mismo que el de todo el país.  El problema es el de la ausencia de un alto nivel de civismo en las personas que es lo que hace que la Universidad funcione eficientemente o que las instituciones funcionen eficientemente o que el país funcione eficientemente.

 

El alto nivel de civismo en las personas es el resultado de la formación de las actitudes sociales básicas en las personas.  La formación de las actitudes sociales básicas en la población es el resultado de la instalación en la psique de los individuos de los valores sociales básicos.  Mientras mayor es la proporción de la población de un país que tiene instalado los valores sociales básicos, mayor es la proporción de las personas en el país con la formación de las actitudes sociales básicas y mayor el nivel de civismo.  En consecuencia, mayor es el nivel eficiencia y productividad con que funcionan sus instituciones, incluyendo la Universidad y mayor es el nivel de eficiencia, productividad y desarrollo económico de ese país.

 

Los valores sociales básicos son la expresión verbal de los comportamientos individuales que redundan en el bienestar del colectivo.  Puesto que lo que define el bienestar colectivo tiende a ser igual en todas las sociedades, la expresión de los comportamientos individuales que generan dicho bienestar colectivo, y que es lo que se representa en los valores sociales que hemos dado en llamar básico, es la misma en virtualmente todas las sociedades, desde las más subdesarrolladas hasta las más desarrolladas.  Virtualmente, en todos los pueblos es malo mentir, robar, ser deshonesto, ser antieconómico o derrochador, ser ineficiente, etc..  Lo que diferencia un pueblo de otro no son los valores sociales básicos que establecen, sino el grado o proporción en que estos valores están instalados en la psiquis de las personas y su consecuencia sobre el nivel de desarrollo económico.  En  los pueblos desarrollados, la proporción de la población en la cual estos valores han sido instalados en la psiquis de los individuos y la intensidad (importancia relativa del valor) con que las personas que los tienen instalados responden al valor, es mayor que en los subdesarrollados, y eso tiene unas consecuencias, no solamente sobre el bienestar del colectivo, sino sobre el nivel de productividad, eficiencia y desarrollo económico  de la sociedad como un todo.

 

Es decir, todas las sociedades han desarrollado y exhiben un conjunto de valores culturales que podemos llamar básicos y que son comunes a todas ellas.  Al parecer, todas las sociedades descubren, a través de la experiencia, el mismo conjunto básico de normas de conducta social que definen el bien común, el bien del colectivo, por el encima del bien individual.  En todas las sociedades robar es malo, mentir es malo, ser honesto es bueno, etc.  Lo que diferencia una sociedad de otra no es el patrón básico de valores culturales que desarrollan, sino la proporción de la población que se apega y sigue fielmente el cumplimiento de los mismos.  O sea, en lo que se diferencian es en la proporción de individuos que instalan en su psiquis los valores que establece la sociedad y que consagra como parte venerable de su cultura.

 

No estamos diciendo con esto que todas las culturas son iguales en cuanto al sistema de valores o normas sociales que desarrollan, sino que todas tienden a ser iguales en cuanto al conjunto de valores y normas básicas que definen el bien común por encima del individual.  En ese sentido, todas las sociedades, por experiencia, llegan al mismo descu­brimiento y lo consagran como los valores sociales que forman parte de la cultura general más amplia.  Por ejemplo, las sociedades pueden diferir en cuanto a los valores que definen la posición del hombre y la mujer en la sociedad.  Pueden diferir en cuanto a la forma de vestir o sus hábitos alimenticios.  Pueden diferir en cuanto a su concepción de la puntualidad, el sentido de la vida y la obscenidad, etc..  Así, la cultura árabe se diferencia de la latina y la latina de la anglosajona.  Pero en todas ellas robar o mentir o ser deshonesto o ser derrochador o no ser eficiente o no ser económico o ser egoísta o no ser considerado o no ser altruista, etc., es malo.  Todos éstos son valores que definen los elementos que constituyen el bien común.  Son estos elementos de la constelación de valores que definen el bien común, los que llamamos básicos y cuya instalación en la psique o psiquis del individuo debe ser una meta a alcanzar por los gobiernos de todos los países.

 

La medición del grado o proporción en que los valores básicos de la sociedad, que definen el bien común, están instalados en los miembros que la componen, sería, de poderse realizar, un índice del grado de aculturación (apego a la cultura propia).  Es de esperarse que mientras más apegado a los valores que definen el bien común sea un pueblo, más eficiente será la sociedad y mayor debe de ser el desarrollo económico que se alcance

 

1.2   Las Dos Soluciones de Corto y Largo Plazo al Problema del Subdesarrollo

 

El problema de la Universidad o de las demás instituciones o del país tiene dos soluciones.  Una solución de corto plazo y otra de largo plazo.  La solución de largo plazo consiste en inculcar en la población el alto nivel de civismo que hace que la Universidad, las demás instituciones y el país en general funcionen.  Esta solución implica desarrollar programas para instalar valores sociales básicos en la población.  Los resultados se verían en el largo plazo al cabo de tres o cuatro generaciones, lo que implicaría quizás más de 30 o 40 años para empezar a ver los primeros resultados.  La solución de corto plazo consiste en imponer de forma piramidal, desde arriba, a través del líder carismático, el nivel de civismo que hace que la Universidad funcione, que las demás instituciones funcionen, que el país funcione.

 

Qué es lo que hace que algunos países sean desarrollados y otros sean subdesarrollados.  Qué es lo que hace que en algunos países sus instituciones funcionen eficientemente (universidades, tribunales, policía, legislatura, etc.) y en otros no.  La respuesta es lo que las personas tienen en la cabeza en términos de la instalación en la psique de los valores sociales básicos.

 

Que es lo que hace que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Japón las instituciones funcionen eficientemente mientras en los países de América Latina no funcionen.  La respuesta radica en el alto nivel de civismo que encontramos en los primeros.  Ese alto nivel de civismo se origina en una alta proporción de la población con los valores sociales básicos instalados en la psique de los individuos.

 

Que es lo que hace que algunos países, como Singapur, China y Taiwán, a pesar de no tener una alta proporción de la población con valores sociales básicos instalados en la psique, sin embargo exhiban un alto nivel de desarrollo económico.  La respuesta es el tipo de liderato.  Estos son países con un tipo de liderato autoritario ilustrado en donde la eficiencia de las instituciones y por consiguiente el nivel de institucionalidad se impone desde arriba.

 

Cuando las personas en un país no tienen los valores sociales básicos instalados en su psique ni tampoco tienen un líder carismático ilustrado que oriente su conducta alrededor de los valores sociales básicos, el resultado es que su conducta girará alrededor de la satisfacción de sus intereses personales en lugar de los de la colectividad.  En otras palabras imperará la conducta egocentrista de manera generalizada.  Mientras mayor sea la proporción de la población en que los valores sociales básicos no estén instalados, mayor será el nivel de corrupción imperante.  Mientras mayor sea el nivel de corrupción imperante, menor será el nivel de funcionamiento de las instituciones, es decir, menor será el nivel de eficiencia y productividad de las instituciones en la sociedad y menor será el desarrollo.  Se les llama Estados fallidos porque en ellos las instituciones no funcionan o lo hacen con grandes deficiencias.  La fórmula democrática no funcionará pues habrá un alto nivel de corrupción en donde el que tiene dinero compra la legislación, los tribunales y las entidades policiacas.  Por consiguiente, los ricos tenderán a ser cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. 

 

Puerto Rico es un país latinoamericano y como tal pertenece al tercer mundo.  La corrupción en nuestro país es rampante.  Las consecuencias de esa corrupción sobre el subdesarrollo de Puerto Rico no se hacen notar tanto porque vivimos subordinados a una metrópolis desarrollada que supervisa con sus instituciones las nuestras e impide que la corrupción subyacente en nuestro comportamiento pueda propagarse sin controles.  Cada año esas instituciones extranjeras procesan judicialmente y meten preso a un sinnúmero de funcionarios y políticos, impidiendo así que la impunidad progrese y que la corrupción se generalice sin control como correspondería a un país del tercer mundo. 

 

1.3   El Problema de la Universidad

 

Si consideramos la solución de corto plazo al problema del subdesarrollo, el problema de la Universidad al igual que el del país se origina en la ausencia o vacío de un liderato autoritario ilustrado que contrarreste el bajo nivel de comportamiento cívico en las personas.  En la UPR se distinguen dos periodos distintos.  Uno de liderato autoritario ilustrado de 1947 a 1966 y otro de liderato democrático después de 1966 que perdura hasta nuestros días.  Durante el primero la Universidad alcanzó un nivel de productividad y excelencia académica sin precedentes.  Durante el segundo sobrevino la decadencia paulatina y la mediocridad que perdura hasta el presente.

 

  Esa ausencia de un liderato autoritario ilustrado, en el caso de la Universidad, tiene su origen en la democratización de la Universidad que convierte la selección de ese liderato en concursos de popularidad en vez de concurso de cualificaciones  para los puestos.  Es por ello que para poder entender la problemática actual del deterioro de la excelencia académica tenemos que remitirnos primero al estudio sociológico sobre las causas del bajo nivel de civismo en la población y su relación con la eficiencia y productividad.

 

1.3.1  Dialéctica Entre el Comportamiento Egocentrista y el Liderato Autoritario Ilustrado

 

Las causas del deterioro actual de la productividad y la excelencia académica en la Universidad tienen su origen en la dinámica que produce la existencia de dos factores.  El análisis sociológico que vamos a desarrollar está basado en esos dos elementos claves que conforman y determinan la realidad dinámica correspondiente a un país subdesarrollado. 

 

1.             El comportamiento egocentrista.  El comportamiento egocentrista se define como aquel en el cual las acciones del individuo giran alrededor de sus intereses y conveniencia personal y no alrededor de los intereses del colectivo o de la institución.  Cuando las personas no tienen los valores sociales básicos instalados en su psiquis, su comportamiento es egocentrista.  En consecuencia, el comportamiento está determinado por la satisfacción de sus propias necesidades y no por lo que más convenga a la comunidad, la organización o a la institución de la cual se forma parte.  El comportamiento egocentrista genera anomía, ineficiencia, improductividad y caos en cualquier organización o institución. 

 

Lo opuesto a este tipo de comportamiento egocentrista es el colectivista o altamente cívico, donde las acciones del individuo están determinadas por aquello que más conviene a todos y no a sí mismo.  Cuando las personas tienen los valores sociales básicos instalados en su psiquis su comportamiento es altamente civilizado.

 

2.       El liderato autoritario ilustrado.  El otro elemento clave que conforma y determina la realidad dinámica que deseamos estudiar es el tipo de liderato. 

 

La eficiencia y productividad para alcanzar cualquier clase de meta u objetivo depende de la coordinación de los esfuerzos de todos los elementos que forman la organización en la consecución de tales objetivos.  Es decir, el comportamiento de los individuos no debe girar alrededor de sus propios intereses y objetivos, sino alrededor de los intereses y objetivos de la organización o institución a la que pertenece.  No se debe actuar según lo que más le convenga, sino según lo que más convenga al grupo, organización o institución.

 

El que los individuos actúen en función de los intereses del colectivo o de la institución a la que pertenecen y no de los propios requiere orientación o dirección de las acciones individuales.  Esa dirección puede venir de adentro de cada individuo, (comportamiento altamente cívico) y ejercerse o manifestarse a través del  liderato democrático o pueden venir de afuera del individuo por medio del liderato autoritario ilustrado. 

 

El liderato democrático es efectivo allí donde existe un alto nivel de civismo.  Es decir, allí donde la constelación de actitudes de las personas no genera un comportamiento egocentrista, sino colectivista.  El liderato autoritario ilustrado es efectivo allí donde la constelación de actitudes de las personas genera un comportamiento egocentrista, es decir, un comportamiento que gira alrededor de la satisfacción de los intereses personales.  Si el líder no es ilustrado, es decir no tiene los valores sociales básicos instalados en su psique, no podrá imponer en el grupo lo que él no tiene y, por consiguiente, la conducta del grupo no girará alrededor de los intereses del colectivo o la institución si no del interés personal.  Bajo tales circunstancias el liderato autoritario no traerá eficiencia y productividad.

 

1.3.2  Qué son los Valores y Qué Causa el Comportamiento Egocentrista

 

El egocentristas se caracteriza porque todas sus posturas son de conveniencia.  La posición del egocentristas resulta perfectamente predecible.  Sólo hay que averiguar qué clase de prebenda puede conseguir o que es lo que le conviene a sí mismo para saber cuál será su posición con respecto a cualquier "issue".

 

El egocentristas nunca actúa en función del bien colectivo, sino del propio.  Su nivel de civismo es el más bajo.  Para el egocentristas no existe el colectivo, sino el yo.  No existe el interés del grupo, sino el propio.  Su comportamiento jamás está basado en los principios y valores, pues no los tiene, sino en la conveniencia.

 

La condición  que da base al comportamiento del egocentristas es que no posee valores.  Ellos son responsables de orientar el comportamiento en determinadas direcciones.  La sociedad a través de sus instituciones determina cuáles han de ser los valores por los cuales deberán regirse las personas.  Luego a través de los padres, los maestros, el representante religioso y el policía, la sociedad va inculcando valores en las personas.  Los valores son expresiones del bien y el mal.  Establecen el comportamiento correcto e incorrecto.  Por lo general los valores formulados por la sociedad tienen como objetivo el interés común o social en vez del personal.  Así el valor de la honestidad persigue el que las personas actúen en función del bienestar del colectivo, aunque esto sea perjudicial al individuo.  No robar, por ejemplo, aunque el guardia no nos está mirando, es un comportamiento que responde al valor de la honestidad y que resulta benéfico para la sociedad, a costa del sacrificio del que pudiéndolo hacer impunemente se abstiene por honestidad.  El valor de la justicia persigue el bienestar del colectivo.  Orienta la conducta del individuo para que sea justo, independientemente que ello le convenga o no. 

 

Los valores son orientaciones sobre el bien y el mal o sobre lo positivo o lo negativo.  Los valores sociales básicos son aquellos que describen comportamientos que cuando todos los ejecutan redundan en el bienestar del colectivo.  Cuando las personas tienen valores instalados en su psiques, su conducta está determinada por la orientación que tienen los valores instalados. 

 

Cuando las personas no tienen valores instalados en su psiques, los valores que conoce constituyen una mera información sobre el bien y el mal la cual reside en la memoria como cualquier otra información de tipo general.  Estos valores, al no estar instalados, no ejercen ninguna influencia sobre la conducta.  En consecuencia, como simple información desprovista de emociones y sentimientos, pueden utilizarse para burlar, mediante la dramatización, la expectativa social sobre el cumplimiento de los mismos. 

 

Por el contrario, el comportamiento honesto genuino, aquel que es el resultado de los valores instalados en la psiques, no es algo que se puede quitar y poner a conveniencia en forma consciente.  Forma parte de la personalidad intrínseca de cada cual y es inherente a su ser.  Por tal razón no hay mérito en su posesión.  Simplemente se tiene o no se tiene ante la vida.  Si se tiene, no hay ningún mérito en ello pues es algo que se posee independientemente de la voluntad. 

 

1.3.3  Cómo Funcionan los Valores

 

No debemos pensar que las personas con valores profundos o medulares son virtuosas que sacrifican su bienestar propio por el colectivo.  Por el contrario, no hay ningún mérito en ser honesto.  Lejos de la concepción generalizada que se tiene al respecto, el valor, cuando se tiene, no es un juicio sobre el cual se razona para tomar una determinación en cuanto al comportamiento.  No nos detenemos frente a un valor para analizarlo concienzuda y detenidamente.  El valor opera automáticamente, de forma inconsciente, activando una sensación conductual, es decir, una emoción o sentimiento.  Es un elemento anímico y por lo tanto irracional que orienta nuestra conducta.  La persona con valores profundos es, por lo regular, prisionera de ellos y en consecuencia no son muy variadas o flexibles sus posibilidades de elección.  Por ende, no hay ningún mérito o virtud en ello.  Si actúa en contra de sus valores experimentará molestias (emociones o sentimientos adversos, como por ejemplo: vergüenza, rubor, angustias, desasosiego, depresión, sentimiento de culpa, etc.).  Si actúa conforme a sus valores experimentará placeres (emociones o sentimientos favorables o agradables como, por ejemplo: orgullo, autorrealización, alegría, felicidad, satisfacción,  etc.).  Tenemos pues que su gratificación la recibe del cumplimiento de los valores y es de ese cumplimiento de lo cual deriva placer, no desagrado o malestar.  Por otro lado, la deshonestidad le trae tanto desagrado o malestar, que resulta poco probable que el beneficio que pueda obtener de una acción deshonesta sea suficientemente grande como para sobrepasar el desagrado o malestar que le produce realizar la acción deshonesta.  Dado que es poco probable que el beneficio que se obtiene de la acción deshonesta rebase y en consecuencia compense el malestar que produce la acción deshonesta, resulta poco probable que actúe en contra de dichos valores, convirtiéndose en prisionero de ellos, con escasa posibilidad de elección.  Mientras más profundamente arraigados están los valores, menos libertad de elección tendrán los individuos que tienen valores.

 

Tanto el primer comportamiento (honesto) como el segundo (deshonesto) obedecen a estados anímicos, pero en el primero lo que  produce incomodidad o felicidad son aquellos comportamientos que son disonantes o consonantes con valores instalados que tienen como punto central el bien común y no el individual o personal.  En el segundo, dada la ausencia de dichos valores, el comportamiento suele girar alrededor del beneficio que se pueda obtener de la acción deshonesta misma.  Es decir, ambos comportamientos procuran la huida del dolor y la búsqueda de la felicidad, pero los comportamientos que producen el desagrado o la felicidad en el primer caso no son los mismos que producen el desagrado o la felicidad en el segundo caso.  Repetimos pues no hay ninguna virtud en ser honesto.  Tanto el honesto como el deshonesto procuran su propia felicidad y en ambos el comportamiento es más anímico que racional, porque la conducta humana se sustenta sobre bases anímicas y es más irracional que racional.

 

Los valores para que puedan actuar como resortes que orientan y dirigen la conducta del individuo, tienen que ser instalados en la psiques del individuo.  Este proceso ocurre a lo largo de toda la vida.  No obstante, la generalidad de los valores inculcados (instalados en la psiques de cada cual) ocurren temprano en la vida. 

 

No se debe confundir un individuo que conoce los valores, con un individuo que tiene valores.  Todo el mundo conoce cuáles son los valores de la sociedad en que vive.  Pero este mero conocimiento de los valores no afecta la conducta del individuo a menos que no estén instalados.  Los valores así considerados (sin instalar), forman parte del conocimiento general del individuo y se hallan en la memoria como cualquier otro conocimiento, sin capacidad para afectar la conducta de la persona a través de las emociones.  Es decir los valores sin instalar constituyen un mero conocimiento que no produce sentimientos en la persona que orienten su conducta.  Sólo los valores que no constituyen un mero conocimiento, sino que han sido debidamente instalados en la psique y forman parte de su personalidad intrínseca, tienen la capacidad de producir emociones y sentimientos que dirigen y orientan la conducta.  En consecuencia, sólo estos afectan la conducta y sólo a esto se le puede llamar tener valores.

 

Recuerdo cuando era pequeño que mi padre y mi abuela, cuando hacia algo incorrecto, en contra de los valores de la sociedad, esgrimiendo la correa amenazadora, siempre con razón, me decían: "te voy a poner vergüenza".  Es después de tantos años que cobra sentido para mí la sabiduría popular encerrada en esas palabras.  Es decir, las emociones, en este caso la vergüenza, se ponen, o sea se instalan al inculcar (instalar) valores en los individuos.

 

Hay personas con muchos y pocos valores, otras con distintos valores y otras que sencillamente, por alguna razón desconocida, no tienen valores.  Es decir, la sociedad no logra a través de sus distintas instituciones (la familia, la escuela, la religión, la policía), inculcarle valor alguno con respecto al bienestar del colectivo.  Por alguna razón la persona no los recibió de sus padres o sus amistades porque estos no los tenían o si los recibió no los asimiló, o simplemente los perdió una vez inculcados.  El comportamiento de estas personas se caracterizará pues por la ausencia total de compromiso alguno con el grupo.  Su comportamiento siempre girará alrededor de su propia conveniencia.

 

Este comportamiento egocéntrico no le produce malestar (vergüenza) porque no tiene valores instalados.  En otras palabras, es lo que nuestras abuelas llamaban, con toda la sabiduría que los pueblos acumulan a través de la experiencia y que suelen encerrar en una palabra, frase o refrán, "un sinvergüenza".  O sea, sin vergüenza.  Una persona que no le da vergüenza.  Es decir, una persona que no experimenta emociones al hacer algo incorrecto que vaya en contra de los valores sociales.  No puede experimentar malestar (emociones) porque no tiene valores instalados que son los que las producen o activan.

 

Las personas que no tienen valores consideran a las que los tienen como personas ingenuas o tontas.  Como ellos no experimentan emociones (vergüenza) no pueden entender que se trata de una persona prisionera de éstas y no necesariamente ingenua o tonta.

 

1.3.4  Razón de Ser de los Valores: Origen de la Eficiencia, la Productividad y el Desarrollo Económico

 

Contrapuesto al egocentrista está el individuo con valores.  ¿Por qué la sociedad persigue que los individuos tengan valores?  Generalmente se piensa que es porque se debe aspirar a la virtud.  La propia virtud es un valor social y ser virtuoso es algo deseable.  Pero la naturaleza es más objetiva que eso al fijar sus propósitos.  La realidad es que el grado de bienestar alcanzado por un pueblo dependerá del nivel de valores instalados que tengan los que lo componen.  El propósito de la naturaleza es la supervivencia del grupo y no del individuo.  Los pueblos más fuertes dominarán y sobrevivirán sobre los menos fuertes y esa es la ley de la naturaleza.  La selección natural de Darwin se erige sobre la supervivencia de los más aptos y la del grupo por encima de la de los individuos.  Es este el verdadero propósito de la naturaleza el cual por ser frío, desnudo, desprovisto de inspiración, el hombre prefiere rechazar o adornar apelando a la virtud como don supremo para justificar la tenencia de valores.  No obstante, la verdadera justificación de la tenencia de valores en los pueblos reside en hacerlos más eficientes, más productivos, más desarrollados, en fin más aptos.

 

Obsérvese que, a pesar de la percepción que se tiene al respecto, el hombre honesto, como hemos dicho, no tiene nada de virtuoso y no es por la creación de personas virtuosas que se justifica la enseñanza de valores.  La honestidad es una conducta que surge automáticamente de la instalación en la psique de un valor.  Un valor que, cuándo se instala en la psiques de una proporción grande de la población genera a su vez una actitud en esa proporción de la población.  Por consiguiente, la actitud es un comportamiento que resulta de un estado anímico, no de un acto racional.  Los valores, como ya hemos dicho, cuando operan en los individuos, los hacen sentirse incómodos o felices cuando despliega determinado comportamiento (actitudes) que sean consonantes o disonantes con dichos valores.  Si dichos valores no están instalados en la psique del individuo, no generarán incomodidad los comportamientos disonantes con dichos valores, ni felicidad lo consonantes.  Vemos pues que, el objetivo de la naturaleza con respecto a que los individuos tengan valores, no puede ser el cultivo de seres virtuosos cuya racionalidad traiga y sea responsable del progreso de la sociedad.  No hay ninguna virtud en ser honesto.  La honestidad es un comportamiento anímico tan irracional o, para ser exacto, más irracional que la deshonestidad.

 

La única diferencia entre el comportamiento honesto y el deshonesto es su consecuencia sobre el nivel de civilización alcanzado por los pueblos.  Cuando los pueblos tienen muchas personas sin valores instalados, el resultado es el subdesarrollo.

 

Por eso cuando un hombre honesto adviene al poder político en nuestros países subdesarrollados, como en el caso de Muñoz Marín en Puerto Rico, José Figueres en Costa Rica, Rómulo Betancourt en Venezuela, Janio Cuadros en Brasil, Juan Bosch en República Dominicana, etc., estos países progresan, pues la honestidad se impone piramidalmente desde arriba.  Cuando estas figuras con gran comportamiento cívico (con muchos valores) desaparecen, se vuelve al caos y se detiene el desarrollo.  Hasta que en Puerto Rico no advenga a la gobernación una persona con valores, es decir, con valores instalados en la psiquis, como Muñoz Marín o su contraparte en e el partido de oposición Ramón Luis Rivera o Benny Frankie Cerezo o  Luis A. Ferre, el país permanecerá estancado sin progresar.

 

Por lo regular las personas con valores instalados en la psiquis que logran alcanzar posiciones de poder, no solamente imponen sus valores desde sus posiciones de poder sino que suelen rodearse de otras personas con su misma mentalidad o valores.  En el caso de Muñoz Marín se rodeo de personas como Roberto Sánchez Vilella, Ernesto Ramos Antonini, Teodoro Moscoso, Felisa Rincón de Gautier, Jaime Benítez, etc..  Personas con valores instalados en la psiquis que ostentaban la característica de ser honestos, es decir, de ser como el perro del hortelano, que ni robaban ni dejaban robar y de esa manera los valores se imponían piramidalmente desde arriba por los líderes ilustrados.

 

1.3.5  La Universidad Como Microcosmos de la Sociedad  de la que Surge

 

Los  países subdesarrollados se caracterizan porque las personas poseen una constelación de actitudes en donde prevalecen los criterios de padrinaje y amiguismo por encima de los criterios de eficiencia que tienden a predominar en los países desarrollados y, por consiguiente, se trata de países donde el nivel de civismo es bajo.  El mérito como criterio de selección de personal y de ascenso en el puesto es sustituido por el favoritismo personal y la simpatía.  La formación de actitudes de eficiencia, en donde las decisiones se hagan en función de los mejores intereses de lo que más convenga al colectivo o a la institución para la cual se trabaja, se sustituye por la formación actitudes egocentristas que persiguen los mejores intereses del que tiene a su cargo hacer las decisiones.

 

La Universidad es parte de esta sociedad subdesarrollada y la constelación de actitudes imperantes en ella es la misma que la que prevalece en la sociedad en general ya que sus miembros salen de esa sociedad.  No estamos diciendo que tienen el mismo nivel educativo que los demás, sino que tienen una constelación de actitudes que aunque haya sido modificada en algo por el conocimiento adquirido en su educación universitaria es, en lo fundamental, análoga a la del resto de la sociedad.  Los cuatro años de educación universitaria producen cambios grandes en el conocimiento teórico de los egresados, pero aquellos aspectos de la personalidad que tienen que ver con las actitudes hacia la vida, hacia la forma de actuar, de comportarse o relacionarse con el prójimo, la universidad no los provee.  Lo trae la persona a ella como parte de una herencia cultural más permanente que se transmite a través de los grupos primarios (especialmente la familia) pasando de generación en generación a través de la crianza en el hogar.

 

La inteligencia puertorriqueña en las universidades es extraída de todos los sectores de la sociedad puertorriqueña y, en consecuencia, es una muestra representativa de la sociedad que participa de ciertos patrones culturales (subcultura) que dan margen al subdesarrollo.  Es decir, la inteligencia y el conocimiento teórico de las diferentes ciencias no alteran la forma en que la gente se comporta ante la vida.  Es por ello que el machismo como subcultura, dentro de la comunidad académica y en los partidos políticos, se encuentra tan arraigado como forma de pensar y comportarse en los sectores de izquierda como en los de derecha y en los liberales, tanto en la inteligencia académica como en los sectores de más escasa educación.  Pertenecer a la crema de la inteligencia de la sociedad de un país no es garantía de objetividad en el análisis ni de comportamiento ejemplar.  Es debido a esto que en las universidades vamos a encontrar individuos muy inteligentes con una mentalidad machista e individuos muy inteligentes como una mentalidad feminista.  Individuos muy inteligentes con una mentalidad cívica e individuos muy inteligentes con una mentalidad lumpen.  Las proporciones en que encontramos estos grupos en la Universidad son muy similares a las proporciones en que se encuentran en la sociedad, lo que atestigua que la inteligencia en las Universidades del país se extrae de todos los sectores sociales.

 

Aparte de la subcultura del machismo existen otros patrones de comportamiento cultural.  El comportamiento egocentrista es uno de esos patrones.  El mismo es responsable de que el pensamiento y las acciones de la gente giren alrededor de sus propias conveniencias e intereses y no alrededor del bienestar de la colectividad.  Este es un patrón característico de las sociedades subdesarrolladas que resulta casi invariable.  Subdesarrollo y comportamiento egocentrista se hallan presentes siempre.  Cada individuo y cada subgrupo dentro de cada institución andarán buscando primero que nada aquello que más le conviene, no lo que debe de ser para mejor beneficio del colectivo.  Todo el pensamiento de los distintos grupos, por más selecto que sea el grupo en términos de inteligencia y capacidades, será afectado por este patrón cultural.  Esta mentalidad es en primera y última instancia la responsable del subdesarrollo y de que los reglamentos no funcionen por más empeño que se ponga en ello y por más enmiendas y correcciones que se le hagan. 

 

Ningún reglamento, por más minuciosamente detallado que sea, podrá hacer que las cosas funcionen como debe de ser, si no existe la mentalidad adecuada por parte de los que tienen como responsabilidad aplicarlo.  Eso es lo que hace que ése y cualquier otro reglamento más sencillo funcionen.  Siempre hay forma de derrotar la intención de éstos y de buscarle la vuelta a la ley para que las cosas no funcionen como debe de ser.  En los países desarrollados, aun con reglamentos mucho más sencillos y hasta sin ellos, las cosas funcionan correctamente porque la mentalidad existente hace que las cosas funcionen.

 

En un país subdesarrollado, cuando un individuo tiene el tipo de mentalidad colectivista no egocentrista que hace que las cosas funcionen, y ocurre la rareza de que esa persona alcanza una posición de poder, entonces las cosas funcionan correctamente.  Mientras esa persona esté en el poder e impone desde arriba los criterios de eficiencia que hace que las cosas funcionen, todo marchará bien, no como consecuencia del comportamiento individual, sino como consecuencia de la imposición del líder carismático.  Cuando esa persona se va, desapareciendo del panorama, las masas se desorientan y vuelven a su patrón cultural básico de comportamiento, el cual como hemos dicho gira alrededor de sí mismos.

 

1.3.6  La Identificación del Egocentrista

 

Como hemos dicho, el egocentrista, contrario a la persona con vergüenza es un ser sin valores.  Su postura de conveniencia, está por lo regular en pugna con los mejores intereses de la colectividad.  Cuando no es detectado e identificado como tal, logra infligir con su posición de conveniencia gran daño al interés y bienestar del colectivo.

 

No es fácil distinguir un egocentrista por dos razones.  En primer lugar, no es fácil para el público conocer la vida personal de nadie, ni sus pensamientos.  En consecuencia, no es fácil conocer los elementos yoístas que pueden esconderse detrás de cualquier postura como determinante de la conducta egoísta.  Así pues, hay personas que pueden proyectar una imagen de gran respetabilidad a pesar de pasarse toda la vida girando alrededor de su propia conveniencia.  En segundo lugar, hay egocentrista que poseen elocuencia al expresarse.  Esto hace más difícil para el público poderles detectar.  Muñoz Marín los llamaba los picos de oro.  Es decir, hablan muy bonito pero la dirección de su discurso lleva siempre aparejado el propósito de una postura de conveniencia que la elocuencia disfraza ocultándola ante los ojos de los demás.

 

A tono con lo anterior podemos señalar: el egocentrista no debe confundirse con el amigo incondicional.  El incondicional tiene valores.  Su comportamiento se rige principalmente por el valor de la lealtad.  El incondicional es leal a un amigo, a un jefe, a un grupo.  El egocentrista no tiene lealtad por nadie.  Hoy por conveniencia puede criticar a alguien y mañana, si le conviene cambiar, lo defiende a brazo partido.  Pobre de aquél que lo tenga de aliado creyendo que es un amigo incondicional.

 

Tampoco debe confundirse el egocentrista con el disidente.  El disidente es genuino en sus creencias y comportamiento, y es consistente con ellos.  El egocentrista, por el contrario no tiene más consistencia que la de girar siempre alrededor de la conveniencia.  Sin ninguna vergüenza.  En cierto sentido todos somos o hemos sido disidentes, pues todos en algún momento, o a veces nunca, estamos de acuerdo con las ideas de algún otro compañero.  El disidente es pues, no solamente una persona digna de respeto, sino un elemento fundamental del quehacer intelectual en una Universidad.  El egocentrista es, por el contrario, una persona que al burlarse de la inteligencia de los demás con sus elocuciones que sólo persiguen su conveniencia personal del momento, no merece el respeto de nadie.  ¿Cómo respetar a un "sinvergüenza" sin ir en contra de los intereses de la sociedad promulgada a través de los valores, sin ir en contra de los valores?  Los valores al estar instalados en la psique, son los responsables de producir o activar la emoción vergüenza, cuando ocurren comportamientos disonantes con estos.  Respetar, pues, a un "sinvergüenza" es estar en contra de los valores.  Es por ello importante aprender a identificarlos para neutralizar los efectos nocivos de sus posturas sobre el adelanto de aquellas acciones que promulgan el bienestar común y el interés común por encima del personal.

 

El disidente se distingue del egocentrista porque su postura de oposición es la consecuencia de sus valores y su disidencia es en función de la orientación que esos valores imponen en su conducta.  El egocentrista, por el contrario, no tiene valores.  En lo fundamental, se trata de una persona deshonesta.  Su postura de oposición es la consecuencia de la conveniencia del momento para su persona.

 

El hombre honesto no tiene que esforzarse para ser honesto.  La honestidad es parte inseparable de su propia personalidad.  El egocentrista tiene que esforzarse para ser honesto.  No es un comportamiento que le sale fácilmente y sólo lo asume cuando por alguna circunstancia le conviene ser honesto.  La persona honesta lo es tanto en la conveniencia, como en las circunstancias más adversas e inoportunas a su persona.  Es decir, no se corrompe con facilidad. 

 

1.3.7  El Egocentrismo y la Demagogia

 

La máxima expresión del comportamiento egoísta es la demagogia.  Se trata de posturas y discursos huecos sin contenido real cuyo único fin es granjearse la simpatía de un grupo o de alguien.

 

La demagogia es un arte que se ejercita para ganarse la voluntad y el favor de las personas sin que lo que se dice tenga mérito.  Al demagogo no le interesa el mérito de lo que defiende en su discurso, sino el favor del público como objetivo y meta en la satisfacción de sus intereses personales.  El demagogo es pues un ser de pensamiento anti colectivista pues lo que dice es en función de lo que le conviene decir, y lo que la gente desea escuchar.  No hay ninguna disposición por el sacrificio personal para promover ideas que si bien pueden no ser populares conlleven una intención de generar cambios en beneficio de la sociedad en que se vive y no para beneficio de sí mismo.

 

Ante el planteamiento serio de una pobre selección de personal y de la pérdida de nuestras mejores cabezas, el demagogo se levantará para cantar loas a la competencia profesional del profesorado y a su espíritu de sacrificio.  Ante el planteamiento serio del deterioro de la excelencia académica, el demagogo dirá que nuestra Universidad no tiene nada que envidiarle a las mejores.  Ante el planteamiento serio de que los estudiantes son fácilmente susceptibles de ser manipulados en aras de X o Y causa, el demagogo dirá que se trata de una falta de respeto a la inteligencia de los estudiantes.

 

Este tipo de comportamiento egoísta es el más mezquino pues sacrifica el bienestar colectivo de largo plazo para capitalizar temporeramente sobre intereses personales de poco o ningún mérito.  Tan dañino es, que gran parte de los esfuerzos de Muñoz Marín por educar al pueblo y modificar su cultura política fueron dirigidos a acabar con los que vinieron a ser llamados como los picos de oro para su fácil detección e identificación por el pueblo, de manera que pudieran ser desdeñados.

 

En la institución donde prevalece la demagogia, el planteamiento serio de los problemas es dificultoso y el análisis objetivo de los mismos imposible.  Las soluciones a los problemas surgen de los estados anímicos de las masas enardecidas y no de la cabeza.  El demagogo con más habilidad los conducirá.  Ante el planteamiento serio del deterioro de la excelencia académica y sus causas, el demagogo tendrá un terreno fértil para hacer gala de su pericia enardeciendo multitudes.

 

1.3.8  El Populismo y la Demagogia

 

El populismo es una doctrina, no claramente definida, que  consiste en la glorificación de todo lo que proviene del pueblo, de todo lo que le es característico, de todo lo que es pueblo.  Es la exaltación del alma o perfil de los pueblos.

 

El populismo ve en el pueblo la sabiduría y capacidad para percatarse de los elementos que le son detractores y le asigna la capacidad para liberarse de ellos.  El populismo se caracteriza por que sólo dice todo lo que considera bello o bueno o sublime, etc. en el quehacer y devenir de un pueblo.  El populismo nunca critica lo malo de un pueblo, ni lo feo, ni lo innoble.

 

Es fácil confundir el populismo con la demagogia pero son dos cosas diferentes.  El populismo en manos del auténtico patriota procura movilizar las masas hacia causas nobles de cambio social mediante la exaltación de sus virtudes y en consecuencia mediante el estímulo o refuerzo positivo de la conducta deseada.  El demagogo utiliza los mismos recursos populistas pero para procurarse su propio beneficio y conveniencia.  En consecuencia, el populismo cuando caen en manos del demagogo a diferencia del patriota, es contraproducente y dañino. El populismo, que en manos del patriota sirve para movilizar al pueblo en aras de causas nobles, no sirve, como han podido verificar en la práctica los líderes latinoamericanos, para sacar a los países del subdesarrollo.

 

1.3.9  Qué hacer Para Aumentar la Eficiencia y la Productividad

 

Los modos democráticos para hacer decisiones es algo que requiere cierto tipo de mentalidad, de cultura política en un pueblo.  En ese sentido tanto Hobbes como Rousseau tenían razón pues ambos estaban describiendo situaciones distintas.  Allí donde el comportamiento del hombre es egocentrista, individualista el hombre es enemigo del hombre y el rey o la figura autoritaria es la mejor forma de gobernarse u organizar la sociedad y las instituciones.  Allí donde la mentalidad es colectivista y las actuaciones de la gente no giran alrededor de sí mismo, sino de los intereses del grupo, el hombre como decía Rousseau es bueno, y en consecuencia las formas democráticas para tomar decisiones se pueden producir con éxito.

 

En la teoría sociológica y Política se suele aducir que el comportamiento egocentrista es consecuencia de la pobreza.  Que la subcultura de la pobreza se deriva de la propia condición de pobreza.  Nuestra tesis es lo opuesto.  Esta relación de causa y efecto que por muchos años hemos venido sosteniendo es equivocada.  La relación contraria es la correcta.  Es el comportamiento egocentrista lo que causa la pobreza y el subdesarrollo y no al revés. 

 

En consecuencia, en el largo plazo, si queremos desarrollar el país, aumentar la eficiencia y productividad de las instituciones, si queremos que las cosas funcionen como tienen que ser, debemos cambiar la mentalidad de las personas.  La revolución que se realice para desarrollar un país no debe estar fundamentada meramente en las teorías  o modelos económicos, como se ha hecho hasta la fecha, sino en la educación.  Más no en la educación académica (ciencia, historia, literatura, etc.), como se ha venido haciendo hasta la fecha, sino en la enseñanza de valores.  Más que en la enseñanza de valores, en la inculcación, en la instalación de valores en la psiquis de las personas.  Pero las Ciencia Sociales no han desarrollado una teoría que explique cómo instalar un valor y, en consecuencia, cómo transformar la constelación de actitudes de los pueblos.  Por consiguiente, no hay certeza sobre la metodología a emplear para instalar valores en la población.  Por consiguiente, no hay una teoría sociológica que nos indique qué hacer.  La teoría está por escribirse.  Mientras tanto, todo lo que puede haber son opiniones y cada cual puede ofrece su receta a base de ellas.

 

En lo que respecta al corto plazo los mejores resultados para desarrollar un país se obtienen del líder autoritario ilustrado que impone los valores sociales básicos y en especial la honestidad desde arriba.

 

 

[1][1] Bruckman Walte H. “Hacia una Reformulación de la Psicología Contemporánea: La Teoría de los Senergicones” México: Editorial Trillas, 1995.  ISBN 968-24-5263-5

Comentarios

Created by Walter H. Bruckman on Jul 06, 2015
Last Modified by Walter H. Bruckman on Jul 06, 2015